Creo que
me sale mi ser más español cuando bebo una cañita bien tirada. Mi familia por
parte de madre han sido siempre grandes bebedores de cerveza. Mi tío Luis murió
con una cerveza en la mano.
Su corazón renunció a proseguir con su monótono tamtan. Hay
muchas formas de morir, y si a los vikingos les gustaba que su último momento
les pillara empuñando una espada mientras destripaban enemigos, no se me ocurre
qué otra forma mejor puede encontrar un español para pasar al otro barrio que
con una caña entre los dedos.
Claro que
la caña debe estar bien tirada. Mi tío Ricardo es un purista, si no está bien
fría, glacial le dice, la aborrece; pero si está en su momento, puede despachar
más de una docena. Además, aunque sea una obviedad, es necesario apuntar que la cerveza debe ir en vaso de caña. No en abominaciones de jarras de medio
litro. La cerveza así puesta acaba por
calentarse y se vuelve pesada. Lo que debía ser un trago de gusto se convierte
en un trago. Es lo que le pasa a los ingleses con sus pintas: las sirven
ya calentorras.
Pero es que ellos no beben lager. Ni
cañas. Hablamos de un pueblo cuya mejor aportación al mundo culinario ha sido
el fish and chips. Y al mundo de la borrachera, el hooligan. No podemos esperar
mucho de ellos en este ámbito.
La cerveza
se debe poner bien fría, en poca cantidad y acompañada de su tapa o ración. En
esto mi tío Antonio es intransigente. No sólo no le vale la caña sin su tapa, sino que la tapa de acompañamiento debe estar al nivel de la caña. No se queda con cualquier cosa. A él no le
pillarás tomándose una caña acompañada de dos brócolis. Las brasicáceas, según
postula con sabiduría, deberían estar prohibidas, no ya como tapas, sino
como alimento. Y no solo como alimento para humanos, sino como alimento para cualquier especie animal. En cambio, él es de la extendida opinión de que sus buenos
torreznos, o salchicitas, o champiñones son tapas que acompañan muy bien a la caña.
Sinceramente creo que los abismos oceánicos serían mucho más divertidos si se extendiera por allí la afición a la caña.
Gran Post, amigo Lupiañez, soltando verdades como puños tal y como nos tienes acostumbrado.
ResponderEliminarNunca he sido aficionado a la cerveza, por más que lo he intentado e intentado e intentado… pero sí un ferviente defensor de la tapa o pincho “en condiciones” . A mí me ponen en un bar unos chochitos – altramuces, como creo que lo llaman – o unas aceitunas y me entran ganas de mearle la taza del wáter.
Sí, lo sé, está muy mal que diga esto… pero es que le entra a uno una mala leche…
Gracias Alpargatero. Y entiendo perfectamente tu indignación. Es más, sé de buena tinta que hay gente que ante una tapa de chochitos han meado, no ya en la tapa, sino alrededor del váter. Y no te digo ya en los bares de copas donde como mucho, siendo muy generosos, te ponen un mísero cuenco de revuelto de frutos secos. Luego se extrañan que haya gente que mea en la barra...
ResponderEliminarSin embargo lo que más me preocupa es que no te guste la cerveza. Deberías ir al médico. Seguro que tienes algún déficit enzimático o un desarreglo hormonal de algún tipo. Empiezas por no gustarte la cerveza y acaba por gustarte tocarle el culo a los amigos... ¡No lo dejes y ve al especialista cuanto antes!