martes, 26 de enero de 2016

Comunicados



La comunicación nos está matando. Esto, así dicho, quizá pueda parecer pelín exagerado… y, sin embargo, es mi opinión. Me gustaría poder demostrarlo con hechos y estadísticas, pero no puedo. Así que imagino que cuando impriman esta noticia en un medio digital, o la den en informativos de radio o televisión, deberán decir: la comunicación nos está matando presuntamente. Como cuando dan una noticia de violencia de género. Siempre empiezan: “Se ha producido un nuevo caso de violencia de género, el marido presuntamente ha estrangulado a la mujer…” Me pregunto cómo es posible que sepan seguro que es un nuevo caso de violencia de género sin saber seguro si ha sido el marido el culpable.

Sin embargo, pese al daño pernicioso que hace, no es ésa la forma de comunicación que nos mata, sino la tecnológica. Internet y los móviles. Aún reconociendo todas las ventajas que aportan, de forma conjunta son en realidad una vía de desunión más que de unión. De destrucción más que de construcción. De despojar al espíritu humano de lo que le hace humano y transformarlo en algo similar al espíritu de zombies babeantes... ¿Acaso no nos vemos por las calles, absortos en las pantallitas multitáctiles, chateando mientras cruzamos por cruces con semáforos en rojo transitados por vehículos conducidos quizá por la misma persona con la que estamos chateando? En el momento en que he empezado a escribir este post no tengo las estadísticas, pero estoy seguro de que el uso de móviles se ha convertido (o está apunto de hacerlo) en la primera causa de muerte en la carretera, por encima de la velocidad y el consumo de drogas y alcohol .

Lo que si sé es que la principal causa de muerte natural, hoy en día, son los tumores. Los cánceres. Esos cabrones. Y hete aquí que, sin tener datos ni estudios epidemiológicos que lo sustenten, me aventuro a asegurar que más de uno de esos tumores seguro que vienen provocados por tanta onda como nos atraviesa. Seamos claros: esos chismes no funcionan solos ni por arte de magia. Antes nos moríamos por estar en la onda. Ahora la gente está literalmente muriendo por estar en las ondas.

Y no es sólo eso, según tengo entendido, el suicidio es la principal causa de muerte no natural en España. ¿Quién de nosotros no se ha planteado seriamente esa vía de escape tras ver en qué se está convirtiendo su vida con las nuevas formas de comunicación? Yo, por lo menos, me lo he planteado a menudo. Especialmente después de abrir el móvil y ver un wasap de alguien con el que en ese momento no quiero hablar, para ser consciente a continuación de que ya debe estar viendo el mensaje de “En línea”, con su doble check azulado…. 

Y no hablemos de los divorcios, separaciones, malos rollos de pareja y, como colofón inevitable, casos presuntos de violencia de género que vienen provocados por la revisión en secreto del móvil de la pareja. O la caché de cualquier soporte electrónico. ¡Ay, la caché! Más nos valdría atarnos una piedra de molino al cuello y lanzarnos por una ventada de un piso 14 que el que un informaticucho del tres al cuarto revisara nuestra caché.

Soy plenamente consciente que todo esto no son más que opiniones. Alguno las tildará incluso de opiniones trasnochadas. Pero en la era en que vivimos, la era de internet, una opinión, cualquier opinión, puede valer tanto o más que un hecho contrastado. Sólo con que sea divertida, histriónica, sensacionalista, macabra o sangrienta, y se disperse como un virus de gripe mal controlado por la red, es suficiente. Y, sin embargo, no creo que sea discutible que el hombre moderno ansía momentos de incomunicación. El hombre moderno idealiza y añora la vida sencilla del hombre de las cavernas. El hombre moderno está comunicado de más y se sabe enganchado a las nuevas tecnologías de la comunicación. Y, como cualquier yonqui de caballo que no puede desintoxicarse ni con metadona, es consciente de que con una alta probabilidad, serán la causa de su muerte prematura.

Por eso, y por el bien del hombre moderno, desde este foro público que sé que al menos leen dos personas, hago un llamamiento desesperado y suplicante: Por favor, señor jefe de internet: ¿podría usted desconectar la Red al menos los domingos y festivos? Muchas gracias.

martes, 12 de enero de 2016

Una Cervecita

Creo que me sale mi ser más español cuando bebo una cañita bien tirada. Mi familia por parte de madre han sido siempre grandes bebedores de cerveza. Mi tío Luis murió con una cerveza en la mano. Su corazón renunció a proseguir con su monótono tamtan. Hay muchas formas de morir, y si a los vikingos les gustaba que su último momento les pillara empuñando una espada mientras destripaban enemigos, no se me ocurre qué otra forma mejor puede encontrar un español para pasar al otro barrio que con una caña entre los dedos.

Claro que la caña debe estar bien tirada. Mi tío Ricardo es un purista, si no está bien fría, glacial le dice, la aborrece; pero si está en su momento, puede despachar más de una docena. Además, aunque sea una obviedad, es necesario apuntar que la cerveza debe ir en vaso de caña. No en abominaciones de jarras de medio litro.  La cerveza así puesta acaba por calentarse y se vuelve pesada. Lo que debía ser un trago de gusto se convierte en un trago. Es lo que le pasa a los ingleses con sus pintas: las sirven ya calentorras. Pero es que ellos no beben lager. Ni cañas. Hablamos de un pueblo cuya mejor aportación al mundo culinario ha sido el fish and chips. Y al mundo de la borrachera, el hooligan. No podemos esperar mucho de ellos en este ámbito.

La cerveza se debe poner bien fría, en poca cantidad y acompañada de su tapa o ración. En esto mi tío Antonio es intransigente. No sólo no le vale la caña sin su tapa, sino que la tapa de acompañamiento debe estar al nivel de la caña. No se queda con cualquier cosa. A él no le pillarás tomándose una caña acompañada de dos brócolis. Las brasicáceas, según postula con sabiduría, deberían estar prohibidas, no ya como tapas, sino como alimento. Y no solo como alimento para humanos, sino como alimento para cualquier especie animal. En cambio, él es de la extendida opinión de que sus buenos torreznos, o salchicitas, o champiñones son tapas que acompañan muy bien a la caña. 

Por mi parte, si tuviera que elegir, me decantaría por la familia de los cefalópodos en cualquiera de sus versiones. Puntillitas, rejos, chipirones... Ponme a cualquiera de ellos, acompañados de una caña bien fría, y habrás conseguido un compañero incondicional. Al menos durante todo el tiempo que dure ingiriéndolas. A menudo, mientras saboreo una pata de calamar acompañada de una caña bien tirada, me siento como debe sentirse el gran leviatán que sondea los abismos oceánicos en busca de su tentacular presa. Claro que el gran leviatán no acompaña su presa degustando una buena caña. 

Sinceramente creo que los abismos oceánicos serían mucho más divertidos si se extendiera por allí la afición a la caña.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Doble Seno

        Para los que son crédulos, debería ser una cuestión de creación divina. Para los demás, una cuestión de evolución natural. En ambos casos, tendría que ser algo que proviene de una sabiduría superior. 

Si es Dios mediante, ya se sabe que Dios es omnipotente; lo que significa que es más poderoso que Superman. Si coges todos los poderes de todos los superhéroes y supervillanos que se han inventado jamás, y se los atribuyes a una sola persona, ni así lograrías el poder de Dios. Pues bien, Dios, en su infinita sabiduría, como suele decirse, decidió crearlos a pares.

Si es por un motivo natural, estamos ante una evolución, que, como Carlitos Darwin explicó, se produce a lo largo de milenios, de forma que, mediante la presión ejercida por la selección natural, se acaba creando el mejor diseño posible para un ambiente ecológico dado. Los mamíferos, por lo que sea, siempre tienen un número par. Puede ser un par, pueden ser dos, tres y hasta cuatro pares, pero siempre van de dos en dos. Y es que la naturaleza es sabia y, en tema de senos, el número impar está descartado

En esto, como en otras muchas cosas, el hombre moderno prefiere alejarse de los modelos que han demostrado a lo largo de los siglos ser insuperables. Por algún motivo que desconozco, nos apartamos de nuestra propia naturaleza sin que a nadie parezca importarle un bledo. A lo sumo, cuando lo comentas con algún amiguete, dice, como avergonzado, “es verdad”… Y luego trata de quitarle importancia aludiendo a invenciones supuestamente supletorias cuya función no es, ni jamás podrá ser, el suplantar uno de los senos.

Dos senos bien puestos resultan atractivos, hermosos y lujuriosos. Dan sensación de plenitud y abundancia. Los miras y te gustaría palparlos, acariciarlos, probar su firmeza y hasta reclinar tu cabeza sobre ellos y dejarte llevar por la paz que a todos embriaga cuando reclinamos la cabeza en un buen par de senos.

Un solo seno resulta solitario, insuficiente y mutilado. Cuando lo miras sólo te evoca tristeza y, quizá, la necesidad de llamar a alguien que recomponga el desastre. Pero no es solo la belleza. Su utilidad también se reduce a la mitad. Algo concebido para atraerte y pasar buenos ratos chapoteando en ellos, se convierte en un espacio insuficiente al que a duras penas querrás acercarte.

Y, aún así, se empeñan, más y más, en usar solo un seno. Los puedes ver cada vez con mayor abundancia, en las casas, en los restaurantes, en los hoteles… El monoseno se extiende y la gente lo asume, con la cabeza gacha, sin protestar… puede que como una consecuencia más de la crisis o como otro mal inevitable del siglo veintiuno. Diríase que el doble seno ha sido descartado hasta como posibilidad.

Quizá, con tiempo, lleguemos a Marte, pero en tema de senos vamos hacia atrás, contra natura, contra Dios y contra todo. Y yo por ahí no pienso pasar: en el fregadero de mi cocina siempre habrá dos senos bien puestos.

martes, 17 de febrero de 2015

Con Todas Las Letras

Os dejo el enlace de la entrevista que me hicieron ayer, en Radio Vallekas, en el programa Con Todas Las letras, con Mirari Bueno... donde pasamos una tarde divertida...

http://www.ivoox.com/con-todas-letras-16-febrero-de-audios-mp3_rf_4090630_1.html

Gracias a Mirari y Lolo por invitarme y tratarme tan bien...

viernes, 30 de enero de 2015

De Compras.

Mi vida tiene un nuevo significado. Un recién adquirido objetivo vital me invade. La luz que ilumina ahora mi horizonte está renovada, y es mucho más brillante…

Según he leído ya en varios medios (y no sólo en medios dedicados a este tipo de asuntos), parece que la escultural Irina ha decidido no seguir formando parte del costillar del chillón de las Azores. Y que Irina vuelva a estar en el mercado nos da a nosotros, los solteros, un renovado sentido vital.

Confieso que desde que me he enterado me ducho a diario y me he vuelto a apuntar a un gimnasio. Ahora siempre bajo la tapa del váter después de cada uso, hago la cama cada mañana y tengo el piso mucho más curioso. He rescatado un trozo de pizza de debajo de un cojín del sofá y hasta he localizado un calcetín oculto detrás del mueble aparador del comedor. Todo en previsión de que Irina se presente en mi casa de improviso.

Cuando camino por la calle, lo hago con vigor renovado, con la cabeza alta y ojo avizor, por si nuestros caminos se cruzaran. Las gentes que me ven pasar, donairoso y resultón, murmuran entre ellos. No puedo asegurar qué dicen con exactitud, pero imagino que algo muy similar a: <<Mira ese joven madurito, cómo camina con garbo y donosura. Seguro que acaba siendo el nuevo novio de Irina. Ya verás, ya>>.

He cambiado la foto de mi perfil de facebook y he colocado mi mejor foto. Claro que tampoco voy a engañar, es la mejor porque se me ve lejano, casi en lontananza. Eso sí, con una figura gallarda y soportando un gesto bien templado.

Cierto que uno debe ser realista. No venirse arriba. Reconocer que, aunque mis estrategias las seguiría el mejor táctico del amor, las probabilidades de que alguien como yo consiga que la monumental rusa me mire con ojos golosos son similares a las de sufrir una enfermedad rara. Como por ejemplo un hiperparatiroidismo primario… Si mis fuentes son fiables, tan sólo 1 de cada 10000 habitantes es diagnosticado de una enfermedad que, cuando te informan de que la padeces, te acojonas, incluso sin saber de qué se trata. ¿Hiper qué? preguntas mientras intuyes que algo con ese nombre no puede ser muy leve.

Pues aunque mis probabilidades sean escasas, lo que ni Irina ni Ronaldo saben es que me guardo un as en la manga. Puedo decir con satisfacción que en mi niñez padecí un hiperparatiroidismo primario. La conclusión es clara. Si ya me ocurrió para lo malo, como compensación, es hora de que me suceda para lo bueno… No digo que puedas elegir la manera en que se equilibren estos asuntos… pero siempre he creído que existe una cierta Justicia en el Universo. Resulta evidente que lo justo para uno que ha padecido un hiperparatiroidismo primario es acabar de novio con una modelo rusa que acaba de romper peras con un futbolista vocinglero.


Que Dwaine y el resto de musculosos moscones adinerados se anden con ojito… Irina vuelve a estar en el mercado, y yo vuelvo a ir de compras…

martes, 27 de enero de 2015

Radio Asturiana

Queridos amigos:

Os dejo aquí el enlace de una nueva entrevista, esta vez en la Radio Autonómica del Principado de Asturias... Big time!!!


http://www.nuevosairesproducciones.es/marcapaginas-el-play-boy-lupianez/


¡Espero que os guste!


sábado, 3 de enero de 2015

Llamadme Señor.

Lo primero que quiero deciros, aún a riesgo de ser tachado de poco original, e incluso de cansino, es feliz año. Mi comienzo podría calificarse de agradable. Y cuando sepáis cómo ha sido, entenderéis que, de ahora en adelante, aceptaré que, al dirigirse a mí, la muchachada lo haga anteponiendo el calificativo de “señor”.

Soy un tipo de los que recuerda haber pasado sus días uno de enero tumbado en una cama, con la almohada sobre la cabeza, rezando porque la habitación dejara de dar vueltas de una puñetera vez. En efecto, si mis salidas de año fueron grandilocuentes y jacarandosas, mis entradas han sido siempre grandes ocasiones para entender a qué se refería exactamente nuestro Señor Jesucristo cuando hacía alusión al llanto y al rechinar de dientes.

Este primer día de año no transcurrió de una manera tan mortificante en absoluto… Dado que cierto malestar aquejaba mi cuerpo en la noche de fiesta, (nada grave, tan solo un catarro transmitido desde algún sobrino), preferí quedarme en casa y acostarme temprano. Por supuesto, no comí uvas ni estuve como tonto mirando el televisor a las doce para despedir el año que se va y dar la bienvenida al que viene. Si me lo preguntáis, creo sinceramente que tanto a uno como al otro les importa tres narices si les despiden o no. Quiero decir que dudo bastante que los años entrantes o salientes me vayan a tener por maleducado.

Lo cierto es que la mañana del año nuevo me encontró trabajando en mis asuntos, mientras escuchaba de fondo el concierto de año nuevo. Pensándolo luego, me di cuenta de que eso era exactamente lo que hacían los adultos cuando yo era mozo… La conclusión era palmaria. Y percatarme me hizo pensar en cosas que hacía antes y que ya no hago. Como por ejemplo, pescar.

Recuerdo que antes iba a pescar a menudo. No es que me gustara especialmente estar a la espera con una caña, un sedal y varios aparejos, a que algún pez se dignara a caer en mi rudimentaria trampa. Cosa que casi nunca pasaba… A menudo me iba con la sensación derrotista de ser más tonto que un pez. Y este sentimiento se agravaba cuando meditaba en que soy miembro de una especie que ha esquilmado los océanos… Si algo he aprendido en mis años de pescador es que como esquilmador de océanos no tengo futuro.

En realidad, me gustaba ir de pesca por estar en mitad del campo… Para mí campo es cualquier sitio donde no hay vestigio humano. Aunque no sobreviviría mucho tiempo sin estar en mitad de una sociedad humana más o menos civilizada, de cuando en cuando me canso de estar en mitad de ella. Necesito salir y no ver gente, ni ciudades, ni coches, ni casas, ni carreteras... Por eso no me gustan los pantanos de orillas peladas y llenos de gente. Cuanto más despoblado y recóndito es el lugar, mucho mejor. A menudo los mejores lugares de pesca suelen tener el inconveniente de estar llenos de pescadores esquilmándolos. Yo siempre quise ir a sitios en donde encontrar a gente fuera anecdótico… incluso si para sacar un pez de allí era necesario utilizar pesca de arrastre…

Recuerdo que a menudo, en mi tierra, íbamos a un lugar apartado al que se llegaba por un camino tortuoso, lleno de zanjas, con abundante densidad de jaras a ambos lados del camino que aportaban a los flancos del coche a new look. (De hecho hubo un tiempo en que mi coche, en lugar de un color liso, tenía un color a rayas y para disimular, acabé poniéndole un tubo de escape de medio metro de diámetro, y un alerón que sobresalía cuatro metros por detrás). El camino, tras muchos zigzag y vericuetos, llegaba a un estrechamiento del pantano donde nunca te encontrabas con nadie. Allí el pantano adquiría gran profundidad, lo que era muy agradable, no solo para ejercitarte en el arte de que los peces te tomen el pelo, sino para darte un chapuzón una vez que adquirías la seguridad de que no ibas a sacar nada plateado de su azulada masa.


Así que, aquí me tenéis,  trabajando en mis asuntos, escuchando el concierto y recordando sucesos de mi juventud en la mañana de año nuevo…. Aunque aún no tengo cuarenta, creo que es hora de que me llaméis señor.